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Ediciones Beta, 2018 - 280 páginas
La Educación Social se ha dotado de Documentos Profesionalizadores que orientan su práctica. Su Código Deontológico sirve de carta de navegación a educadoras y educadores sociales en una sociedad compleja, en la que desarrollan su tarea cotidiana con amplios sectores de su ciudadanía en dificultad para acceder al disfrute de derechos y condiciones de vida dignas. Con frecuencia en la singladura de su trabajo se generan dudas, dilemas éticos en su práctica profesional. El Código Deontológico de la Educación Social es tierra firme para reflexionar y orientar la brújula en la toma de decisiones adecuadas. Su conocimiento previo hace que las travesías lleguen al puerto deseado, que la planificación del viaje sea más segura y poder afrontar los momentos críticos del mismo.
Tener las cartas de navegación, la brújula y el barco más elegante posible. Sin su conocimiento y asimilación hacen del Código Deontológico un bonito adorno en la estantería de la educadora o el educador social, que será azotado por las marejadas del entorno en el que viva o desarrolle su tarea, se mareará con el vaivén de las olas y vivirá la experiencia profesional con frustración y zozobra.
Cuando embarcamos en esta profesión nuestra pretensión no es solo ver si el barco flota, sino emprender el viaje aun lugar en el que todas las personas implicadas han de llegar, en el que todas tienen derechos y responsabilidades que asumir. El uso del Código Deontológico como herramienta habitual del trabajo de la educadora o del educador social no ha permitido este viaje de 10 años, fortalecernos profesionalmente, revisar nuestras prácticas, seguir creciendo, ver el mundo desde una perspectiva crítica y enfilar nuestra proa hacia la mejora del bienestar social.